A pesar de que el Führer era conocido por ser vegetariano, las investigadoras afirman que -durante 1930- se «saltó» varias veces sus convicciones para comer el que era su plato favorito: paloma rellena con nueces, lengua, hígado y pistachos. Al parecer, declaró en varias ocasiones que no había «nada mejor que una buena bola de hígado» al sentarse a la mesa. Esta afirmación corroboraría la teoría de que el líder nazi no ingería carne debido a un problema gástrico que le provocaba una flatulencia crónica, pero no por ideales.
Comentarios
Publicar un comentario